No hay nada más catártico que abrazar las debilidades y convertirlas en un mecanismo de supervivencia. Es lo que Mariah Carey (Nueva York, 1969) logró con su canción “Butterfly”: “Abre las alas y prepárate a volar, te has convertido en una mariposa,” cantaba. Era 1997 y atravesaba su momento de mayor fragilidad personal — recién divorciada del productor Tommy Mottola, en torno al que giraba toda su existencia —, pero logró encarar una metamorfosis absoluta en la cual adoptó además a la mariposa como su amuleto. Coincidiendo con el 25º aniversario de la publicación del disco (que ha vendido ocho millones de copias y fue cinco veces álbum de platino), Chopard la ha invitado a colaborar en una colección cargada de simbolismo. Mano a mano con Caroline Scheufele, copresidenta y directora artística de la marca, han dado forma, por un lado, a un conjunto de alta joyería formado por un par de pendientes asimétricos, un collar y un anillo. Y por otro a la colección Happy Butterfly X Mariah Carey, que reinterpreta los códigos legendarios de la línea Happy Diamonds ideados por la casa suiza, en la que ambas han dado alas a su creatividad encapsulada en sortijas, pendientes, pulseras y colgantes protagonizados por el lepidóptero en oro ético, diamantes y cornalinas. “Trabajar con Caroline ha sido extraordinario. Tiene un talento inmenso, con el que captura el momento, lo mismo que yo cuando compongo una canción,” confiesa la cantante. Pero por mucho que se la tache de gran diva, la faceta más cercana de Mariah se descubre al hablar de los que considera sus tesoros más preciados (y que no guarda en el joyero precisamente). “Son mis hijos, Moroccan y Monroe. Nunca pensé que sería madre, porque toda mi vida la he dedicado a componer y a cantar. Provengo de unos orígenes humildes, y como mujer birracial ha sido muy difícil tener una identidad, algo que es muy importante para mí y que trato de reflejar en mi trabajo,” asegura.