No quedan tantas superestrellas que den juego gracias a su inaccesibilidad, uno de los secretos que durante décadas jugó a favor de tantos nombres míticos del entretenimiento. En el mundo pop hoy día se llevan los/as cantantes de quita y pon, de breves pero intensas carreras y dispuestos/as a compartir cualquier intimidad con sus seguidores, a los que no les resulta tan complicado conocerlo todo sobre sus ídolos e incluso acercarse a ellos. Claro, que lo que se ha ganado en cercanía con esta nueva manera de entender lo que es una estrella pop se ha perdido en cuanto a misticismo. Mariah Carey es de las pocas superstars que dominaron las listas mundiales durante los 90 que ha podido/sabido mantenerse en primera fila, a pesar de los lógicos altibajos que ha vivido. El inesperado gran éxito de The Emancipation of Mimi, disco que marcó la consolidación de su apuesta por un sonido más negro y menos empalagoso, le permite ahora ser una de las intocables del panorama musical internacional y continuar batiendo récords (ya supera a Elvis en cantidad de números uno en el Billboard). Aunque ella permaneció intocable incluso en su etapa más oscura, aquella en torno a Glitter. Quizá por eso su halo de estrella no ha sufrido. Y su inaccesibilidad, tampoco. Buena fe de ello da este periodista, que cruzó el charco para disfrutar de tres días en Nueva York gracias a la Carey, sabiendo que media hora de dicho viaje estaría destinado a charlar con la diva. Una misión en apariencia sencilla, ¿verdad? Nada más lejos de la realidad. A quien se le cuente que la entrevista se acabó haciendo dos horas y media antes de salir el avión de regreso a Madrid, y por los pelos, quizá no se lo acabe de creer. Pues fue así.
El calendario promocional de una artista como Mariah Carey está sujeto a todo tipo de cambios, en ocasiones (casi siempre) debidos a imprevistos (muchas veces) surrealistas. ¿Puede un constipado complicar una promoción? Muchísimo. ¿Y una sesión de fotos que se alarga en exceso? Por supuesto. El martes 26 de febrero, servidor estaba citado a las siete de la tarde en el estudio fotográfico Hudson para escuchar en primicia el nuevo álbum y entrevistar acto seguido a Mimi. De todos es sabido que Carey es un animal nocturno, y nunca hace promoción por la mañana, con lo cual los horarios resultaban lógicos. Hasta que la responsable de prensa de Universal en Estados Unidos llama para retrasar la escucha a las once de la noche, y la entrevista, a las doce. Qué le vamos a hacer. Claro que, escuchado el disco — que tan bien entra a la primera, por cierto —, uno empieza a preocuparse. Nos comentan que Mariah está “echando los restos” para la sesión de fotos que protagoniza en esos momentos para i-D (aunque no lo parece, viéndola pasar una y otra vez, en tacones y batín de seda, con una copa de vino en la mano y precedida por una ayudante que lleva en brazos a Jack, su perrito), y que probablemente no tenga fuerzas para enfrentarse a nuestras preguntas después. Tras cuatro horas de cruda espera, en un decimotercer piso con vistas impresionantes (y a un paso del Eagle neoyorquino, por cierto), a eso de las dos y media de la madrugada se cancela la entrevista. Mimi está cansada y resfriada, y al día siguiente presenta en los principales canales musicales el vídeo de “Touch My Body.” Necesita estar estupenda. Que el periodista pueda tener mala cara y se sienta cansado no importa.
El 27 de febrero, día elegido para presentar en MTV y en BET el clip de “Touch My Body” es, precisamente (¿perversa casualidad o jugarreta premeditada?) la fecha en que se pone a la venta Discipline, de Janet Jackson. Janet madruga (mucho) para promocionar su álbum en Good Morning, America. A mí me citan a las tres y media (Mariah no madruga) para acompañarla en su paseo por los canales que tantos años llevan poniendo sus clips. Como Pedro por su casa se mueve la Carey por los legendarios estudios de MTV, en pleno Times Square. Eso sí, escoltada por diez personas, que se dice pronto (entre asistentes, responsables de vestuario y maquillaje, guardaespaldas y representantes de su discográfica). Conmigo, once. Mariah entrará en directo en el programa TRL, después posará para los fotógrafos, acto seguido dará una mini rueda de prensa y después atenderá a Shangay. Todo eso, supuestamente, en una hora. Visitar los estudios neoyorquinos de MTV es una experiencia: te cruzas con André 3000 (de Outkast), te recreas con las tiras de fotomatón enmarcadas con todas las estrellas que han pasado por allí (de Madonna a Christina Aguilera pasando, claro, por Carey), ves (por un monitor de televisión) la intervención de Mariah, te diviertes comprobando lo que le gusta enfrentarse a los flashes, te unes a su cortejo para acompañarla hasta la sala de prensa donde la esperan… Y continúas esperando, que es lo que una superestrella — o, mejor el equipo que la respalda — da por hecho que los periodistas a los que va a atender saben hacer bien. Es el precio que hay que pagar para romper la inaccesibilidad que tanto miman artistas como ella.
Cuando se acerca el momento de la entrevista, todo el mundo es consciente de lo mal que vamos de tiempo. Y mientras me lo explica, Jacki, la hipereficiente jefa de prensa de su sello, me perfuma con M by Mariah. Dice que a la artista le hará ilusión comprobar que llevo su fragancia (para mujer). No me resisto, tiene su gracia el asunto. Y cuando quedan escasas tres horas para montar en mi avión de regreso, me anuncian que me montaré, en pleno Times Square, en el flamante Maybach que la artista se acaba de comprar para su uso personal, y la acompañaré hasta los próximos estudios de televisión que visitará. Ese será mi tiempo privado con ella (en la parte trasera de un cochazo así, con cristales ahumados y cortinillas, te olvidas de que fuera existe el mundo real). Dos guardaespaldas me escoltan hasta la puerta por la que entro, una vez que ella se ha acomodado (necesita un minuto aproximadamente para ello). Reina la penumbra total; imposible consultar las notas que llevo conmigo. Me saluda muy educada y me ofrece un kleenex a la vez que coge otro para ella. Cuando me veo a punto de cogerlo me doy cuenta de que no lo necesito, y opto por no dar rienda suelta a mi fetichismo pop en ese momento. Sí le comento a Mariah que huelo a ella. Bueno, a su fragancia. Me coge la muñeca y se emociona. “¡Qué bien queda en tu piel!”, dice. Y confirmo que tan constipada no debe de estar, porque el olfato le funciona de maravilla. De repente, el caos. Mariah no controla los mandos de su coche y no consigue abrir la ventanilla delantera para hablar con el conductor, pero descorre sin querer las cortinillas (“¡Ay, no he saludado a los fans, qué feo por mi parte!”); de pronto, se abre el techo superior… “¿Ves? Es un coche tan nuevo que ni sé cómo funciona. Esto quedará divertido si lo escribes,” me sopla. Cuando se restablece el orden, recupera su (casi perenne) sonrisa y se dispone a responder con la mejor de las predisposiciones.
No parece molestarte lo más mínimo enfrentarte de nuevo a un plan de promoción brutal de cara al nuevo disco, a pesar de los muchos millones que vendiste del anterior.
Hago lo que se espera de mí. Si no sales a la calle y compartes algo de tu tiempo con los medios, no apareces en ningún sitio. “Touch My Body” está siendo tan bien recibida que siento que debo apoyarla todo lo que pueda. ¿Has visto el vídeo? Es muy divertido.
En él despliegas la coquetería habitual pero le das un giro irónico a la imagen que siempre has mostrado, sexy y algo naïf. ¿Quieres que la gente vea que también sabes reírte de ti misma?
Siempre estoy jugando con mi imagen sexy, lo que pasa es que muy pocos se dan cuenta [risas]. Parece que a la gente le cuesta creer que no me tomo a mí misma demasiado en serio. ¡Oh, tampoco hay que estresarse! Las cosas hay que tomárselas con humor, relajadamente…
Es verdad que se piensa que estás obsesionada con dar una imagen irreal, hiperretocada vía photoshop…
Tú que me tienes al lado, ¿no me reconoces? ¿No soy la misma que has visto un millón de veces? Sí, ¿verdad? Pues eso… Encima, ahora he perdido bastante peso y supongo que ese cambio sí se nota. Lo que no estoy es obsesionada con el photoshop, de verdad. Pero recurro a él… como todo el mundo. No hay una solo foto circulando por ahí hoy día que no esté retocada, sea de una artista o de una modelo de trece años. Internet nos ha demostrado que lo que vemos casi nunca se corresponde del todo con la realidad, y una vez lo aceptas hay que saber mirar más allá. Yo, en este punto de mi carrera, quiero transmitir una imagen icónica, muy clásica. Por eso estoy tan contenta con las fotos que me ha hecho Mario Sorrenti para el disco: en ellas me veo liberada y natural, nada excesiva, y eso me gusta.
En la portada del álbum te cubres solo con plumas blancas, aunque el disco suena más negro que nunca. ¿Te sientes más y más negra?
Déjame pensar, “más y más negra…” Pienso que simplemente es un paso más dentro de la línea que siempre he querido seguir. La primera pista la di con “Fantasy,” que grabé con Ol' Dirty Bastard. ¡Y eso fue en 1996! Otros hitos de mi carrera han sido Butterfly, The Emancipation of Mimi… Así que no creo que lo que presento ahora sea algo nuevo, aunque sé que a la gente le ha costado asimilar que mis raíces están en la música urbana. Yo lo he tenido claro desde que grabé “Vision of Love…”
¿Qué te parece que Madonna haya grabado ahora un álbum de r'n'b?
Interesante [pausa]. Es algo interesante.
En él colabora Pharrell, con quien trabajaste en Mimi. ¿Quizá le has servido de inspiración?
No lo sé, no tengo ni idea de cuáles son sus intenciones. Solo te diré que yo me intereso por todo lo que es interesante [se marca una risita cómplice que consigo ver a pesar de la penumbra].
Tú, que eres todo un icono nacido en los 90, ¿con qué gran mito pop de los 80 te gustaría colaborar: con Madonna, Prince o Michael Jackson?
A Prince le admiro desde que era jovencita. Y, de hecho, trabajamos juntos una vez, aunque no llegamos a terminar la canción, no acabamos de darle forma. Así que me encantaría volver a trabajar con él, porque le considero un auténtico genio.
En tus últimos discos no has invitado a ninguna artista femenina a cantar contigo. ¿Tienes miedo de que te hagan sombra?
[Remarcando cada palabra de la frase] Eso no me preocupa lo más mínimo. Lo que pasa es que me gusta trabajar con tíos, ¿qué problema hay? [risas]. No he colaborado con demasiadas artistas femeninas a lo largo de mi carrera. Canté en directo con Patti Labelle, grabé un dúo con Whitney Houston… y poco más.
Si Whitney Houston dice que Leona Lewis es su sucesora natural, ¿a qué artista joven ves tú como una posible “baby Mariah”?
Yo soy mi propia “baby Mariah,” y siempre lo seré. Aunque reconozco que se agradece cuando una artista novel te cita como un referente, sobre todo si te gusta lo que hace.
Hoy día son muchos los artistas jóvenes que se hacen famosos antes por los escándalos que protagonizan que por su música. ¿Qué te parece?
A la gente le encantan los escándalos, ¿no? Y claro, Internet se ha convertido en el medio perfecto para difundirlos. Bueno, quien quiera hacerse famoso así, adelante. Aunque a mí no me interesa nada ese mundillo de cotilleos.
Dada la cantidad de gente involucrada en tu nuevo disco, ¿hasta qué punto es un trabajo personal?
Lo es, y mucho. Para empezar, está plagado de expresiones mías, que incluso han acabado dando título a algunas de las canciones. Como “O.O.C.,” una abreviatura que uso todo el tiempo para decir que alguien está “out of control.” O “Migrate,” que viene de una frase que suelo decir cuando estoy por ahí con amigos, es tarde y un sitio empieza a parecerme aburrido. Mis experiencias cotidianas y mi manera de expresarme están reflejadas en el disco. Jay-Z fue quien me sugirió que lo hiciera, que usara mi forma de hablar y las cosas que me pasan para personalizar mis discos, y fue una gran idea.
¿Sigues siendo muy fiestera?
Siempre seré una “party girl.” Una fiesta o dos de vez en cuando no le hacen daño a nadie… [risas].
Y tus exigencias de diva, ¿empeoran con el tiempo?
¿Qué es el tiempo? ¿Qué es una diva? Sé mucho de divas porque es una palabra que he escuchado desde que era una niña, ten en cuenta que mi madre es cantante de ópera. ¿Exigencias de diva? No creo que tenga. Una diva sabría para qué sirve cada botón de su coche. Soy una persona de carne y hueso que sabe ocuparse de sí misma, lo creas o no.
De la imagen de estrella caprichosa que mucha gente tiene de ti te reías en el corto Lovers & Haters, en donde te dirigió Spike Lee [incluido en el DVD The Adventures of Mimi]. ¿Otro modo de mostrar que no quieres tomarte en serio a ti misma?
Por supuesto. Todas esas tonterías de los caprichos de diva y de lo que significa la popularidad no te las puedes tomar en serio. La fama no es algo real y, desde luego, no te hace mejor o peor que otra persona. De acuerdo, hay fotos tuyas por todas partes y sales en la tele a menudo, pero para mí eso ya no tiene nada de especial, forma parte de mi vida sin más. Cuando era más joven tenía idealizada la fama, pensaba que experimentarla supondría algo muy especial, y no es así. Lo único que implica es que me permite seguir viviendo como si todavía estuviera en el instituto [risas].
¿Te has planteado crear tu propia línea de ropa, como tantas otras cantantes?
Estoy trabajando en mi colección de lencería, darling. ¿Por qué no dedicarme mejor a la ropa interior? Pienso ponerme todos los diseños que saquemos, porque me van a quedar impresionantes. Si algo sé ahora es lo que me sienta bien y lo que no. Primero tuve que aprender a combinar la ropa, algo fundamental para mi trabajo, y ahora puedo decir lo mismo en cuanto a ropa interior. Para eso ya no necesito el consejo de mi estilista, lo cual me enorgullece, porque implica que la experiencia me enseña.
¿Te ves llegando a la edad de Patti Labelle o Tina Turner y todavía en los escenarios?
¿Dentro de treinta años, quieres decir? No tengo ni idea. Me has citado a artistas a las que admiro y respeto, y a las que cada vez veo más hermosas. Me admira que su talento esté por encima de las modas, desde luego. ¿Dónde estaré yo con su edad? Ni lo pienso. Hacer planes con tanta anticipación no entra dentro de mis planes [risas]. Llegar al final de cada día que vivo me parece suficiente.