Es imposible describir la carrera de Mariah Carey sin hacer un largo recuento de récords. Entre otros méritos, el de ser la única artista que ha tenido al menos un título en el número uno cada año durante la década de los noventa o haber pasado más semanas en los primeros puestos de las listas de éxitos que los Beatles y ser la artista femenina con más discos de platino de la Historia. Mariah sigue su carrera de éxitos. Pero de nada se siente tan orgullosa como de su nuevo apartamento neoyorquino de tres plantas, diseñado y decorado a su medida.
Cuando Carey estaba perfectamente instalada, un accidente la obligó a rehacer completamente los 1.115 metros cuadrados de su tríplex neoyorquino. Un reventón en un depósito de agua inundó toda la vivienda. Según el decorador de la obra, Mario Buatta, uno de los más reconocidos de Nueva York, “todo estaba perfecto, y fue entonces cuando ocurrió la desgracia. Hubo que rehacerlo todo. Fue una pesadilla.” Cualquier otra estrella hubiera perdido los nervios. Sin embargo, Mariah alquiló una casa en Bel-Air y no dejó de trabajar ni un día.
Tras unos años un tanto complicados, la vida parece sonreírle a Carey. Como ella misma cuenta a ¡HOLA! en la entrevista que sigue a este reportaje, parece también haber encontrado su sitio en todos los sentidos. En esta superdecorada y vestida nueva residencia se siente totalmente relajada y a gusto. “Lo más importante para mí de este apartamento es que es el primero que me pertenece a mí sola. Es todo mío.“ Un apartamento que ella define como “de estilo ‘art déco’ y con el sabor de las casas del viejo Hollywood. Es la clase de sitio que soñaba tener cuando era niña. Me recuerdo diciéndome a mí misma: ‘Ouiero tener una vida cómoda y sentirme segura.’ Por suerte, tuve siempre mucha fe. Así es como he superado cada obstáculo en mi camino creyendo en que algo mejor me aguarda.”
Extravagante y confortable al mismo tiempo, el apartamento de Mariah refleja su madurez e independencia en cada rincón. Tan sólo ha mostrado su apartamento en dos ocasiones, para este reportaje fotográfico y para las cámaras de la cadena de televisión MTV, pero siempre preservando su dormitorio privado, que nunca ha mostrado. La entrada y los pasillos tienen un suelo de baldosas claras y paredes lacadas de color melocotón, que requirieron ocho capas de pintura. La entrada está presidida por una mesa redonda de cristal, cuyo pie es el tronco de un olivo, que siempre está vestida con un ramo de flores. Toda la casa está sembrada de docenas de apliques luminosos. El salón es la pieza más formal del apartamento, y los amigos de Mariah no suelen entrar en él, porque es muy protectora de sus pequeños tesoros. Sorprendentemente, el mayor capricho que se ha concedido en su decoración ha sido un desportillado piano infantil blanco, por el que pagó 662.500 dólares en una subasta de objetos personales de Marilyn Monroe en Christie's. “Pude haber comprado el vestido con el que cantó ‘Mister President’ o cualquier otra cosa suya — dice Carey —, objetos que evocarían a la Marilyn superestrella, mientras que el piano perteneció originariamente a su madre y fue una pieza clave de su infancia.” El salón está decorado en tonos suaves y neutros. Hay numerosos sofás, butacas y múltiples cojines. Sobre las mesas de centro hay velas, flores y también una foto enmarcada que a ella le gusta en especial, en la que aparece con su hermano y su idolatrado Stevie Wonder. Desde la ventana del salón, Mariah puede contemplar el edificio Empire State, y también desde la azotea, aún en obras. “No volveré más a clubes llenos de humo. Iré de fiesta con mi pandilla a la terraza del tejado y veremos amanecer desde allí,” confiesa la cantante. El baño principal tiene unas dimensiones generosas, y es comprensible, ya que para Mariah es una pieza muy especial, donde se llevan a cabo sus rituales de bienestar. Dos lavabos dorados encastrados en mármol, una gran ducha y una bañera redonda, y de su techo pende una araña de cristal, una de sus piezas favoritas.
Cuando Mariah llega a casa tras una dura jornada, le encanta meterse en la bañera y no pensar en nada, rodeada de velas de olor y flores. “De momento y hasta que no terminen mi jardín en el ático e instale allí mi bañera de exterior.” Llama la atención una “chaise-longue” junto a la bañera, en la que descansa tras el baño mientras mira una televisión de plasma empotrada en la pared. Aparte cuenta con un solárium que parece sacado de Las mil y una noches. El cuarto de invitados, llamado “habitación mariposa,” es el único dormitorio de la casa, aparte del de Mariah, pues cree que “si tuviera más habitaciones, la gente quizá se quedaría demasiado tiempo.” El nombre hace referencia a que las cortinas y los cubrecamas están tapizados con una tela estampada de mariposas.
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La cocina es uno de sus lugares preferidos. Mariah quería tener una cocina de estilo casa de campo, pero en la ciudad. Es enorme, amueblada con armarios y alacenas de tono crudo y con encimeras negras en las zonas de trabajo. Como detalle, bajo uno de los mostradores hay dos espacios que alojan las camas de sus perros. Bajando a la planta baja se atraviesa un gran expositor con estanterías acristaladas en el que se pueden admirar los trofeos que Mariah ha recogido como fruto de su trabajo. Repasando uno a uno, dice que sería capaz de contar su vida. Atravesando este pasillo se accede al salón de la televisión, conocido como el “mermaid salon” (el salón de la sirena), pues su decoración hace pensar que se está debajo del agua. Tiene las paredes de color azul claro, con grandes sofás en verde pálido y un acuario empotrado en la pared. La planta baja cuenta con su propia cocina, que permite a Mariah y a sus amigos preparar algo de picar mientras ven una película sin tener que subir un piso.
En esta misma planta se encuentran también dos habitaciones muy especiales: el salón de belleza y el vestidor. Curiosamente es en su salón de belleza personal donde Carey pasa la mayor parte del tiempo cuando está en casa. Antes de entrar se puede leer un cartel en la puerta que dice: “Be nice or leave” (“Sé amable o vete”). Mariah posee una gran colección de vestidos y calzado. Su vestidor es una inmensa sala con el suelo y las paredes revestidos de blanco. Butacas, espejos y, sobre todo, grandes percheros y estanterías componen toda la decoración de este cuarto, en el que los vestidos están ordenados por formas y colores.
El calzado tiene reservada su propia habitación, tal es la inmensa colección de zapatos que posee Mariah; la mayoría, modelos de fiesta de grandes firmas. Sin embargo, para estar por casa acostumbra a vestir unos pantalones cortos de lencería a modo de “culotte” y saltos de cama, de los que sus favoritos son de color rosa pálido. Tiene tal colección de este tipo de prendas, que le ha dedicado un vestidor especial. Por último, en esta planta se encuentra el gimnasio, donde Mariah puede hacer deporte y entrenar mientras contempla Manhattan por la ventana. En la planta más alta es donde se encuentra la sala de estar. Decorada en verde y rosa, con grandes espejos, sofás y “puffs” gigantes de influencias marroquíes, que parece sacada de un cuento de hadas. Si hubiera que elegir un lugar sagrado de esta casa, sin duda sería un rincón del baño principal.
Cuando su padre murió de cáncer en 2002, dejó docenas de fotos familiares que ella enmarcó y colgó de una de las paredes del baño con cintas rosa.
Entre otras piezas heredadas de la familia está un espejo de mano rosa con una mariposa amarilla pintada, que perteneció a su abuela. “Mi padre pensaba regalarme el espejo por mi cumpleaños, pero no llegó a hacerlo: falleció antes — recuerda Mariah —. El había guardado un montón de cosas para mí y yo nunca lo supe. No sabía que él se preocupaba por mí de esa manera. Este tipo de cosas son las que realmente me importan.”