Caray Con Mariah

Cobra casi 4.000 millones por disco. Ahora también hace cine y es un estrellón. Pero ni te imaginas todo lo que le ha costado a esta chica la fama. Andrés Rodríguez compartió sofá con ella una tarde en Nueva York.

Rolling Stone Magazine
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Rolling Stone (ES) September 2001. Text by Andrés Rodríguez.

La diva y los misterios de la fama. Que Mariah es una diva y que está encantada de serlo no aporta mucho a la definición de su imagen pública. La Carey se prodiga mucho por España (la hemos visto luciendo palmito por Tenerife y en la Costa del Sol). El pasado mes de julio, tal y como informa puntualmente su página web, anduvo por Madrid. Cuatro horas antes de su aterrizaje, nadie en su compañía de discos conocía la hora exacta de su llegada. Por supuesto, en avión privado al aeropuerto de Torrejón. ¿Cómo es posible?, pregunto aterrado ante las caras de Alguien voló sobre el nido del cuco del equipo de internacional de Virgin. La respuesta es franca: “Ella es así.”

Al día siguiente, Carey visita la Gran Vía. Su publicista advierte: “Quiero la calle llena de fans…”. La Cadena 40 Principales, anfitriona de Mariah (pronúnciese con acento Joaquín Luqui: Maraiahah… ah), acostumbrada a estos caprichos, dio orden de reforzar la seguridad de la entrada principal del edificio. Pero se olvidó de una cosa. La publicista y jefa de protocolo inter nacional de la Carey, revisó el catering y descubrió que la Coca Cola light no incluía una pajita. “Por favor, María no puede tocar con sus labios la lata de refresco.“ No se trataba de prevenir un posible virus radiofónico sino de evitar que el carmín se volatilizara, ¡en antena!… Abajo, los fans, una vez más, fueron despistados por el equipo de seguridad con el viejo truco del Mercedes vacío con cristales tintados que sale a toda mecha quemando neumáticos.

En la calle Hortaleza, muy cerca de los estudios de radio donde se celebra la entrevista, el equipo directivo de Virgin quiere convencer a Mariah de que la presentación europea de Glitter debe hacerse en Ibiza y no en Capri. Ibiza es mucho más cool, pero Mariah está enamorada de Capri porque allí tuvo lugar su ya caduco romance con el mexicano Luis Miguel. En Virgin saben que para que sea en Ibiza tienen que convencer a la propia Carey, hablar con los intermediarios seria un gran error de estrategia. ¿Convencer a la Carey? Pero si se trata de un juguete en manos del marketing, pensará el lector mas crítico.

Primer gran misterio. O cómo Mariah Carey se ha convertido para muchos en el producto de laboratorio más caro de la historia de la música.

Nueva York. Junio 2001. Dos meses antes de la edición mundial de su último disco, Manhattan está invadida por marineros al más puro estilo Pearl Harbour que disfrutan de una ciudad que, agradecida, les acoge regalándoles el metro gratis. Mariah me recibe en la Gran Manzana. Hasta el último momento se ignora la hora de la entrevista, porque “Ella es así.” Está rodando en Halifax — hogar marino de las langostas que no saben a nada — su segunda película. Esta vez con Mira Sorvino. La cita es en Tribeca (Manhattan), el antiguo barrio de los carniceros, hoy reconvertido por arte de inversiones millonarias, tras la inauguración del famoso Tribeca Grill de Robert De Niro, en el último barrio chic de la ciudad. El Tribeca Gran Hotel es un hotel horroroso con pinta de caro, carísimo. Lo último en Nueva York es que la recepción esté gobernada por expulsados del casting de Sensación de Vivir para que uno se sienta como dentro de la serie. Cuanto más moderno e interracial es el equipo de la recepción, más alta es la factura. En este hotel todos se parecen a Luke Perry. Menos yo. Pero como Nueva York es una ciudad única, el hotel hace esquina con un Top-less de película que está de resaca bajo un viejo cartel de carniceros que reza Don Rich (Don Rico/Tio Gilito). El Top-less y el cartel encarrilan muy bien el encuentro.

La jefa de protocolo internacional de Mariah me invita a unas cervezas en el hall y me deja con la palabra en la boca porque ha visto moverse un ascensor y “Ella es así” viaja dentro. Me acabo la Coronita y vuelve solícita para que escuche una canción de Glitter, su primer disco para Virgin. Subimos a la habitación y me explica que el disco no está acabado, pero que puedo escuchar el single. Se llama “Loverboy.” Ella dispone una copia de seguridad con marca de agua para que si en algún lugar del mundo la canción se emite por la radio antes de lo debido, la policía discográfica sepa quién filtró la copia.

Por supuesto, no me deja que me acerque a menos de un metro del portentoso equipo hi-fi Bang & Oluffsen que sonoriza cada habitación. En el estante, para aliviar el calor, una botella de vino: cosecha Francis Ford Coppola. Aún habría de pasar por dos habitaciones más, exactamente iguales, antes de ser presentado grabadora en mano.

Segundo gran misterio. Si una tiene que convertirse en la mujer más sexy del mundo — aunque sea con retoques de photoshop —, pues que sea. iViva la estética camionero penthouse!

El último vídeo promocional de la Carey, dirigido por el fotógrafo David Lachapelle — autor también de la portada del disco —, es el ejemplo perfecto de que Mariah va al grano. Después de verlo, ante tanto muslo suelto, resulta curioso que el director del evento haga de su homosexualidad bandera estética de su fotografía. Pero la verdad es que el vídeo, que cae en todos los tópicos de la cultura de calendario y taller mecánico, es realmente sexy. El disparo va directo a los pantalones. ¡Y funciona!

¿Está igual de buena?, es la pregunta masculina más repetida al periodista tras el encuentro. La femenina es mucho más exigente. Al natural, la Carey es sexy, pero de acuerdo con el cánon norteamericano del término: Sexy Las Vegas.

Entro en su habitación, precedido por tres relaciones públicas cuyo rango es proporcional a la edad (la última los sesenta ya no los cumple, pero pronuncia “my darling…” con un campanilleo que me recuerda al “Jingle Bells”). Mariah se pone de pie y su falda se encoge. Está descalza y tiene en las manos un busca. Me pide disculpas por que se le acaba de ocurrir enviar un mensaje… Me siento a su lado y encuentro una abultada camiseta blanca de tirantes que parece dispuesta a devorarme si descuido la grabadora.

De pronto, se abre la puerta y se lanza un periodista inglés, impecablemente vestido con un traje de tweed a rayas, para pedirle que le firme “toda” su discografia. Glup. Yo no llevo nada para que me lo firme. Voy a quedar fatal. ¿Quizá un talón…?

Ella, muy profesional, no tarda en romper el hielo. “Tengo que pedirte disculpas por estas uñas”… ¿Glup? Reparo por un instante en sus manos y lo cierto es que lleva unas uñas kilométricas cortadas con guillotina que a mí me parecían parte de su look neoyorquino. “No es mi estilo, pero forman parte de mi personaje en la película que estoy rodando y tengo que llevarlas… ¿No te importa?” … “Por favor,” respondo, seguro de que aunque me importe no va a ponerse a cortárselas delante de mí y de las tres publicistas que constantemente nos ofrecen “¿Light Coke, Regular Coke o Diet Coke?… ¿Pepsi?,” pero que no nos dejan hablar.

Tercer gran misterio. Es cierto que Mariah es fácil de despellejar, pero nadie puede decir que no sabe cantar. Nada le dijo su mamá sobre esas minifaldas de vértigo. En cualquier caso, las chicas malas, ya se sabe, no escuchan a sus madres.

Cuentan las biografías que su voz alcanza las cinco octavas, mientras que un piano tiene 7,33. Ahora Marian no descansa hasta subir el siguiente peldaño, y no precisamente en la escala vocal. Hace ya un par de años que se devoró, literalmente, a Tommy Mottola, el gran ejecutivo mundial de Sony a cuyas órdenes graban cada año artistas tan respetados como Bob Dylan, Bruce Springsteen o… Julio Iglesias. La digestión fue absolutamente fructífera, por supuesto. Mariah cantaba para Sony y Mottola la hizo vender más de 50 millones de discos en apenas diez años. La media produce escalofríos y le deja la cabeza hueca al más sereno de los humanos. Tras el divorcio de Mottola, los abogados aconsejaron al jilguero huir a otra jaula. Mottola ya tiene nueva esposa (la mexicana Thalía) y Carey nueva multinacional. El nuevo recipiente se llama Virgin y dicen que ha prometido pagarle 4.000 millones de pesetas por cada disco que grabe para ellos. Ante tal adelanto de calderilla, imagínese lector, las pamplinas globalizadoras lo que importan. Calcule también, lector, cuántos discos tienen que vender de la Carey para recuperar el adelanto entregado por Glitter.

El mismo año de la firma de su contrato, Mariah sopló una tarta con 31 velitas. Por eso, esta Navidad, su flamante discográfica ya tiene preparada una balada que anuncie la llegada del árbol. Porque María, cuando los Reyes Magos ensillan los camellos, nos recuerda que se hizo archiconocida por protagonizar, cada Navidad, uno de esos baladones — los americanos los llaman “Big, big ballads” — que si te pillan en el coche con la emisora encendida en pleno atasco navideño te pueden hacer replantearte toda tu existencia.

Aunque había cantado para un par de peliculas navideñas (El Grinch y El Príncipe de Egipto), Glitter es su primer disco para Virgin y también la banda sonora original de su primera película para Hollywood. Los más astutos ya estarán pensando que el éxito cinematográfico de la López le provoca cierta pelusa. La peli ofrece una trama autobiográfica de cantante (Billie/Mariah Carey) con infancia complicada al estilo de Buscando a Susan desesperadamente (con Madonna) y What's Love Got To Do With It (sobre Tina Turner). Un dato más: en Glitter, Mariah ha puesto pasta. Para asegurarse el control, produce y protagoniza y se en vuelve en pleno ambiente dance de los ochenta, los años del celebérrimo cubo Rubik y el acid house.

El estreno de Glitter llegará a España en noviembre y, para la première, la distribuidora intenta reclamar a la familia real, lo que garantizaría la presencia de Mariah Carey. Ya saben la foto: principe soltero posa en acto benéfico con la Lady Di americana. ¿Lograrán ponerse de acuerdo los estrategas del protocolo? Atentos al Martinis & Bikinis de diciembre. Para entonces ya estará rodada Wise Girls (que se estrenará en 2002), dirigida por David Anspaugh, con la participación de Mira Sorvino. Según el calentorro diario americano The National Enquirer, la diva mantuvo un pulso de celos con la actriz durante el rodaje.

La trama: una camarera que trabaja en un restaurante regentado por la mafia es testigo de un crimen. A partir de ese momento, ella entra en el negocio. ¿Quién es la camarera del delantal ajustado? ¡Bingo!

Cuarto eran misterio. Su vida tiene algunos nubarrones que no parecen controlados por su legión de publicistas.

Su padre — medio latino, medio negro — abandonó el domicilio familiar cuando Mariah tenía dos años. Durante años vivió con una pareja homosexual, Ernest y Moer, los mejores amigos de su madre soltera. Su hermano, Morgan, entrenador físico, la tuvo atemorizada cuando confundía los entrenamientos con algunas peleas familiares de corte violento. Su hermana mayor, Alison, fue prostituta durante cuatro años y en esa época, por su adicción a la heroína, contrajo el sida. Mariah lucha incansablemente por salvar al hijo pequeño de su hermana, también seropositivo.

Todas estas noticias hacen frecuentemente las delicias de News of the World, el periódico sensacionalista norteamericano que lo mismo descubre un ovni en tu lavabo que pilla in fraganti a George Michael en los lavabos gays de Los Angeles. Pero, a pesar de estos escabrosos detalles de su vida familiar, no parece que le hayan faltado motivos como para plantarle cara al éxito. Mariah acaba de comprarse una casa. Una casita de nada en pleno Manhattan, con el piano de Marilyn Monroe (por el que pagó 600.000 dólares — 150 millones de pesetas — en una subasta por teléfono, y que ha ubicado en el salón), pero el año pasado sólo pudo pasar seis noches en ella. El resto del tiempo durmió en camas de hoteles. Mariah padece una enfermedad bautizada como desarraigo. Su principal síntoma: el insomnio. Por eso necesita dos publicistas que la acompañan constantemente. Mientras una duerme, la otra vigila.

Quinto gran misterio. Mariah al borde de un ataque de nervios globalizador. “No sé qué va a ser de mi vida… Estoy tratando de entender algunas cosas… y no creo que esté lista para seguir haciendo música en este momento… Me gustaría parar un poco, o al menos dormir una noche entera… Estoy lista para pasar página.”

Esto era lo que confesaba la propia Mariah en su página oficial mariahcarey.com el 25 de julio de 2001. Un mes después, el semanario norteamericano de sociedad Us, propiedad del editor de Rolling Stone y del imperio Disney, da fe de que la diva está al borde de un ataque de nervios. “Trabajando en dos nuevas películas, un disco y una larga relación fracasada, Mariah Carey ha perdido el control de su vida. Ahora se encuentra en un hospital recuperándose,” explica Us. ¿Recuperándose del stress de ser una diva? La revista acaba preguntándose: “Cuándo volverá a la carga la princesa del pop?.” Lo cierto es que cuando uno cobra 118 millones de dólares (multiplíquese por 200 para facilitar la operación) y el primer single de la nueva singladura, “Loverboy,” no pulveriza el Top 50 americano, la olla a presión empieza a silbar. La rivalidad futbolística disfruta de su paralelismo musical: Carey sueña con Jennifer López y Britney Spears. Todas luchan entre ellas en una imaginaria piscina de barro millonario.

Así que la noticia de la hospitalización de Mariah recorrió el mundo, ocupando las portadas de la prensa, desde el New York Times al Times of India. Un caso extremo de globalización musical diagnosticado casualmente el pasado 10 de agosto, el mismo día que su disco se iba a publicar en todo el mundo. Carey estaba enferma de promoción, 14 días de gira por Europa la rompieron en pedazos, pero parece que hasta para enfermar eligió calculadamente el día en que el disco llegaba a las tiendas.

Es cierto que algunos de sus compromisos fueron cancelados, entre todos una importantísima actuación en el 20 aniversario de MTV (la madre de todas las promociones globalizadas). Para colmo, los columnistas del cuore americano — nada que ver con nuestra ibérica estirpe de periodistas rosa —, la empiezan a relacionar con Eminem, el gamberro oficial del rap. Ella lo desmiente argumentando que sus encuentros nocturnos con el chaval en Nueva York fueron reuniones de trabajo. Una colaboración que, de producirse, la prensa musical especializada interpretaría como un intento de recuperar “el pálpito de la calle.” La ironía de todo esto es que, con el nuevo contrato, su nuevo sello discográfico y su debut en la gran pantalla, “este es el año de su renacimiento artístico,” según explica Cindi Berger, su publicista desde hace años. Pero lo que no dice Cindi que es que Mariah es una chica difícil de representar. Desde que se hizo famosa comenzaron sus problemas de sueño. En noviembre de 1999, durante la promoción de Rainbow declaraba que llevaba durmiendo “unas pocas horas cada noche desde que había comenzado a publicitar el álbum.”

En las últimas semanas, Mariah no ha debido de dormir mucho. El lanzamiento de “Loverboy” ha sido un mazazo. Editado a mediados de junio, el single debutó en las listas norteamericanas en el número 79 y no subió al segundo puesto hasta que su discográfica no cambió el precio y lo rebajó 49 centavos. Los peores pensados aseguran que esa — y no otra — es la razón por la que el estreno de su película haya sido retrasado hasta el 31 de agosto.

El pasado 2o de julio, Mariah se hallaba firmando discos ante un millar de fans en Nueva York cuando, ante las cámaras de televisión, empezó a divagar y se puso a criticar al irreverente locutor Howard Stern, quien en sus últimos programas matutinos se había burlado de su figura. Berger, la publicista, ni corta ni perezosa le arrebató el micrófono a su clienta ante todos los presentes y pidió al equipo de televisión que dejase de grabar. “Mariah ha venido aquí a hablar de ‘Loverboy’ y de eso vamos a hablar.” “Quiero devolverla a la música,” explica su estratega publicitaria, salvándola de un error que la hubiera convertido en pasto de nuevas burlas en antena. Automáticamente los erráticos mensajes de Mariah en su página web desaparecieron de la red.

Misterio final. Cómo triunfar en Hollywood. Mariah se empeña en explicar que su paso por el cine es algo natural para expresar su creatividad.

Al escuchar la entrevista, al cabo de unos días, sorprende escuchar tan grave la voz de Mariah. Cuando le recuerdo algunos fracasos de cantantes ante la pantalla, ella se defiende con ingenuidad y firmeza. La información aportada es de dominio público. El férreo control de los publicistas es un cáncer para el artista. Su tono denota tanta ambición como exceso de control. Me pregunto si alguien de su entorno es capaz de decirle a la jefa cuándo se equivoca. O que está engordando. O algo mucho más sencillo: que duerma.