Las leyes genéticas no tienen prejuicios musicales. Mariah Carey, que es hija de una cantante de ópera, le debe a su madre la pasión por la música y el descubrir que “es un oficio del que también se puede vivir.” Sin embargo, sus inclinaciones rítmicas no encajan precisamente con las del bel canto. Empapada durante su adolescencia de música popular negroide — desde el blues desdichado de Billie Holiday hasta el tórrido soul de Gladys Knight & The Pips, pasando por el emporio Tamla Motown y, en especial, Stevie Wonder —, Mariah es uno de los más frescos valores manufacturados por la industria discográfica americana de los noventa.
Hermosa, joven y sofisticada, la Carey, con sólo un LP en su haber, ya ha sido comparada a Barbra Streisand y Whitney Houston. En las estanterías de su casa reposan los dos Grammy que le han concedido por “Vision of Love,” pegajosa balada donde pop y gospel se funden en caluroso abrazo. En once años, desde 1980, ha sido el único tema que ha conseguido alcanzar el primer puesto en tres mercados al unísono (pop, música negra y música contemporánea para adultos). Mariah Carey es, pues, la más peligrosa amenaza para las jovenes mujeres del pop actual — Janet Jackson, Gloria Estefan, Paula Abdul, Sinéad O'Connor, etc — y una de las voces más prodigiosas de los últimos tiempos.
¿Cómo llevas que se te compare con Whitney Houston a todas horas, que incluso se te haya designado como su alternativa blanca?
No me parece mal, creo que es un halago. Whitney es maravillosa, una gran voz. Además, es lógico que se establezca un nexo común entre ambas.
¿Por qué?
Antes de empezar a cantar, me dedicaba a escribir canciones. Mis amigos y toda la gente que tenía a mi alrededor me decían que eran perfectas para la voz de Whitney Houston. Bueno, quizá yo podría haberlas reservado para ella y de algún modo intentar que su agente o quien fuese las oyera. También habría sido un éxito para mí el conseguir que Whitney grabase mis canciones…
¿Pero?
Pues eso, eran mis canciones y se suponía que debía cantarlas yo. Luché por ello y lo he conseguido, me he demostrado que puedo hacerlo. Por lo tanto, las comparaciones con Whitney sirven para reafirmar mi triunfo.
¿Estuvo tu adolescencia marcada por la música?
De arriba a abajo. En el colegio era un desastre. No me interesaba ninguna asignatura ni podía concentrarme en las clases. Mi cerebro estaba siempre ocupado por la idea de cantar y de tener éxito.
¿Era una especie de premonición lo que te rondaba por la cabeza?
Desde luego. Sabía que grabaría un disco y que sería famosa.
¿Intentó influirte tu madre para que te dedicases a la ópera en lugar de hacer pop?
Qué va. Mi madre es una señora muy liberal en todos los aspectos. Ni siquiera me forzó a ser cantante. Me dio toda la libertad del mundo para que hiciese lo que yo quería y como yo quería.
Sin embargo, te dio lecciones de canto…
Sí, pero sólo con el propósito de educarme la voz. Siempre me decía que tenía un diamante en bruto en la garganta, y que ella iba a refinarlo y a pulirlo.
Todo eso te influiría a la hora de dedicarte a la música…
Claro, aprendí a amarla desde muy pequeña. Era algo que siempre estaba presente en mi vida y en mi hogar.
¿Hubo alguna otra razón que te impulsase a ser cantante?
Bueno, siempre he sido bastante vaga, y en vez de emprender cosas nuevas, prefería dedicarme a mejorar aquello que me resultaba menos complicado de hacer. Y para mí, desde pequeña, ha sido muy fácil cantar, algo innato, ¿entiendes?
¿Tuviste que pasar malos tragos para hacer realidad tus sueños?
Me imagino que como todo el mundo. A los diecisiete, decidí emanciparme y me fui de casa. Empecé a trabajar de camarera, no creo que eso sea un mal trago. Hay mucha gente que se gana la vida con ese trabajo, pero para mí fue una escala en el camino.
¿Adónde te llevó ese camino?
-Pues a una coincidencia maravillosa… aunque bien pensado no fue del todo casualidad. Me invitaron a una fiesta en la que también estaba el presidente de CBS, ahora Sony. Como yo lo sabía, conseguí arrinconarle por unos minutos y entregarle una cinta con mis canciones.
¿Tenías alguna esperanza de que las escuchase?
La verdad es que no, pero nunca lo hubiera sabido de no intentarlo. Y, efectivamente, escuchó la cinta y lo hizo con mucha atención. A los dieciocho años era muy atrevida: no tenía nada, pero sentía que el mundo me pertenecía. Me imagino que eso se notaba en mi voz, en las canciones y en la música. A los pocos días me llamaron y me expusieron un fantástico plan para lanzarme al mercado.
¿Te dejaron libertad de opinión o ingresaste en un proceso mercantil como una pieza más del engranaje?
Debo decir que me permitieron ser yo misma en todo momento. Me aconsejaron ponerme en manos de varios productores, diseñaron toda la operación… Pero, hoy en día, el negocio del disco funciona así, y yo estoy de acuerdo.
¿Y cómo te sientes ahora que ya tienes el mundo en tus manos?
Bueno, todavía no me he hecho a la idea. La sensación que más prevalece en mí es la de felicidad. Soy inmensamente feliz porque he conseguido lo que quería: grabar mis propias canciones.
¿Crees que tu espléndido físico ha tenido algo que ver en todo esto?
Evidentemente. En la actualidad, la presencia física es fundamental. La música pop se ha convertido en algo muy visual. Los vídeo clips y las revistas se nutren más de la imagen que de las canciones. Pero si detrás de eso no hay un buen talento musical, con el tiempo te hundes.
¿Cuáles son ahora tus planes más inmediatos?
Seguir escribiendo canciones. Es la parte del proceso que más me interesa. Cuando compongo, experimento todo tipo de sensaciones, me recargo las baterías. Sé que tengo una buena voz, pero sin el complemento de mis propias canciones no me quedaría satisfecha.
¿Quieres decir que no estás dispuesta a cantar las de otros autores?
En principio, no. Hay gente que puede escribir mejores canciones que yo, pero no creo que sea eso lo que más me convenga. Intento ser una artista completa de pies a cabeza. Con el tiempo, cuando haya aprendido más, me gustaría producir mis discos.
¿Cómo definirías tu primer álbum?
Quise que fuera un disco muy variado. El primer LP de todo artista debe ser, ante todo, sorprendente, en su temática y contenido. Mi estilo es de por sí muy heterogéneo, en mi adolescencia escuché todo tipo de música, clásica y rock, y eso es algo que he querido reflejar en el disco.
Hablemos de las letras de tus canciones.
Cuando escribo, siempre procuro no ser superficial. La banalidad y la frivolidad aparecen con demasiada frecuencia en la música pop. Tampoco soy de ésas que lo hacen girar todo alrededor de sus experiencias personales. Normalmente, intento generalizar los contenidos para que otras personas puedan sentirse identificadas con mis canciones.
Desde que el disco irrumpió en las listas, durante 1990, te has visto inmersa en un largo tour promocional con el que casi has dado la vuelta al mundo. ¿Te asusta tener que someterte a la disciplina promocional del negocio musical?
No. Es parte del trabajo. Físicamente es algo cansado, pero conozco a mucha gente, viajo y me enriquezco con nuevas experiencias. Además, todavía soy muy joven como para estar cansada de nada.
¿Qué es más difícil, conquistar el éxito o mantenerlo?
En mi opinión, lo segundo. Pero no es algo que me atemorice. Cantar es mi vida, y lo es antes que una profesión o una obligación. No funciono dependiendo del éxito sino de mis impulsos creativos personales. Soy muy sensible y, por lo tanto, el materialismo y sus dependencias no me afectan demasiado.